"Aquel siervo que conociendo
la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad,
recibirá muchos azotes." --- Lucas 12:47 (RVA)
Recuerdo que en una oportunidad
postulé a dos trabajos en forma simultanea y pasados los procesos de selección
respectivos tuve que decidir entre aceptar uno u otro ya que para ambos había
quedado seleccionado. Uno era para trabajar en un importante banco internacional
con muchos beneficios (los grandes bancos tienen muchos beneficios para sus
trabajadores), el otro era para trabajar en una pequeña compañía de
entretención casi sin ningún beneficio.
Este versículo me trae a memoria
este recuerdo porque en esa oportunidad mi decisión de optar por una u otra
oferta de trabajo estuvo muy influenciada por las personas que me entrevistaron.
Esto debido a que durante el proceso de entrevistas, el dueño de la pequeña
compañía se hizo un tiempo para platicar conmigo y contarme personalmente su
visión de la empresa. Eso marcó muchísimo mi visión del trabajo que he desarrollado
en esa compañía hasta el día de hoy.
En la actualidad, son tantas las personas
que no tienen la oportunidad de conocer para quien trabajan y menos la
oportunidad de hablar con ellos acerca de su visión de la empresa y si los
llegan a conocer, los dueños pocas veces comparten estos temas con sus
empleados, más bien se enfocan en el aspecto económico del trabajo. Hoy en día
(y probablemente en todas las áreas) las compañías de mueven principalmente por
intereses económicos, dejando a un lado cualquier otro objetivo. Es como
quitarle el alma a una persona.
Con ese ejemplo es entendible que
muchos llamados cristianos no se comprometan de corazón con la obra del señor,
no se preocupen en conocer su voluntad y no se estén preparando para hacerla. Muchos
nunca han sido voluntarios en forma permanente en ninguna institución sin fines
de lucro, no saben lo que es trabajar solo por la satisfacción de ayudar a
otros. El llamado del Señor no es para entablar una relación económica. Pero
sabemos que no podemos servir a Dios y las riquezas, por ello es que este
estudio viene a ser de mucha ayuda para conocer que espera nuestro Señor de
nosotros. Para ello nos haremos tres preguntas para entender mejor este versículo:
1. ¿Conoces
la voluntad del Señor?
2. ¿Te
estas preparando para cumplir su voluntad?
3. ¿Estas
haciendo su voluntad?
Antes de comenzar, debemos
primeramente preguntarnos ¿cual es mi condición ante el Señor? ¿Soy
verdaderamente su siervo? ¿Él es realmente mi Señor? Según el texto elegido
leemos que dice: “aquel siervo”.
¿Cuantos de nosotros hemos
trabajado para un señor que no conocemos? Ciertamente muchos peregrinos han
preguntado a la luz resplandeciente ¿quién eres señor? No podemos comenzar
ninguna obra para el Señor sino somos sus siervos y no conocemos su voluntad.
Muy bien dijo Pablo cuando fue llamado, ¿Señor, que quieres que yo haga?
Volviendo a nuestras preguntas;
1. La
primera pregunta es ¿conoces la voluntad del Señor?: Esta pregunta nos lleva a
otra ¿cuál es la voluntad del Señor? Me gusta lo que aparece en Romanos 12:2 “…
para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”
Esto no suena para nada algo gravoso, por el contrario suena a una voluntad
grata, buena, aceptable. Recuerdo cuando en mi tiempo de novios con mi esposa viajaba
grandes distancias para estar solo unas horas con mi amada, ambos vivíamos en
dos extremos opuestos de Santiago. Mi corazón contaba con pasión los minutos
para el encuentro. Creo que esos tiempos fueron muy importantes para establecer
firmemente nuestra relación. Eso me lleva a pensar que la voluntad de Dios es
algo que se descubre paulatinamente, en la medida que vamos siendo preparados
para cumplirla. En la medida que vamos creciendo espiritualmente, vamos
conociendo más y más su voluntad, nuestra vida de oración crece y lectura de la
palabra nos va revelando poco a poco su voluntad. Comenzamos a ver las cosas
como las ve él, comenzamos a amar lo que él ama y a aborrecer lo que él
aborrece, comenzamos a conocerlo íntimamente. Desde el comienzo Dios nos ha
revelado su voluntad y si lo pensamos bien, todos sabíamos gran parte de los
diez mandamientos mucho antes de siquiera saber leer. Podríamos decir entonces,
que todos conocemos suficiente de la voluntad de Dios para cumplirla.
2. La
segunda pregunta es ¿te estas preparando para cumplir su voluntad?: Según
nuestro texto, los siervos del señor tenemos la obligación de prepararnos para
cumplir su voluntad, pero al parecer no todos los cristianos han escuchado este
llamado. Hablamos de llamado porque si vemos las escrituras encontraremos que
muchos son los llamados y pocos los escogidos. Entendemos entonces que son
pocos los cristianos que están haciendo la voluntad del Señor. Este llamado a
cumplir la voluntad del Señor es para todo aquel que declara a Cristo como su
Señor. Deberíamos sentirnos privilegiados de poder testificar a otros de
nuestra fe a través de nuestras obras y forma de vida y a la vez profundamente
temerosos de no estar a la altura del llamado. ¿Como seria si en este grupo de
jóvenes cada uno de sus miembros se propusiera en su corazón prepararse para
cumplir la voluntad de Dios? Al hablar de “prepararse” debemos considerar que
la palabra se refiere a: apartarnos para ese fin y considerar lo que
necesitaremos para cumplir la voluntad del Señor. Entonces la pregunta original
se amplia a estas: ¿estas apartado para cumplir la voluntad de Dios? y ¿has
considerado lo que se requiere para cumplir la voluntad de Dios?
3. La
tercera pregunta es ¿estas haciendo su voluntad?: Pablo en su segunda carta a
los corintios les dice: “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe;
probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo
está en vosotros, a menos que estéis reprobados? (2 Cor. 13:5) Pablo le pide a
la congregación que investigue con
diligencia y cuidado su forma de vivir y que pongan a prueba su fe. No hablamos
de vivir una vida sin pecado, todos nosotros pecamos diariamente, hablamos de
vivir una vida de santidad, apartados
del pecado. Probablemente el hacer la voluntad del Señor sea una de las mayores
evidencias de la verdadera conversión de un pecador. El apóstol Santiago dice
que seamos hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores. Esta pregunta
debe movernos a todos nosotros a examinarnos detenidamente en nuestra forma de
vivir, debemos observar nuestros frutos, ya que ellos serán el testimonio de
nuestra conversión y de que verdaderamente hemos aceptado a Jesús como nuestro
Señor. Así nuestra obediencia sea a todos notoria y seamos obreros aprobados,
dignos de nuestro salario y comprobemos cuan buena y agradable es hacer la voluntad
de Dios.
Al ver la vida del apóstol Pedro
vemos un hermoso ejemplo del cambio que sufrió su carácter luego de conocer al
Señor. No hablamos de los poco más de tres años que caminaron juntos en la
tierra, hablamos de lo que sucedió en él luego de la resurrección de Jesús. En
el evangelio de Juan, capitulo 21 leemos que el Señor le preguntó tres veces:
Pedro ¿me amas? La respuesta de Pedro fue: Señor, tú lo sabes todo.
Hacer la voluntad de Dios no es a
fuerza o bajo amenazas, por el contrario, esta se debe hacer por amor, en
entrega, sabiendo que ya no nos
pertenecemos a nosotros, sino le pertenecemos al único que ha pagado el precio
por nuestros pecados.
“De cierto, de cierto te digo:
Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas
viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras”
Juan 21:18
Por Andrés Contardo
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