"Porque si anuncio el
evangelio, no tengo de qué jactarme, porque me es impuesta necesidad; pues ¡ay
de mí si no anuncio el evangelio!" --- 1 Corintios 9:16 (RVA)
Pablo tenia un profundo e
ineludible llamado a predicar el Evangelio. Si examinamos su vida vemos como este
apóstol respondió a este llamado de una manera notable. Desde el mismo instante
que supo que debía ir lejos a los gentiles y anunciar esta verdad (Hechos
22:21), puso todo su corazón, fuerza y voluntad en esta tarea.
En la primera carta a los
Corintios, Pablo nos muestra la naturaleza de su llamado: "Porque si
anuncio el evangelio, no tengo de qué jactarme, porque me es impuesta
necesidad; pues ¡ay de mí si no anuncio el evangelio!" --- 1 Corintios
9:16 (RVA)
Creo profundamente que estas
palabras son aplicables a muchos cristianos en nuestros días; a todos aquellos
que tienen un llamado especial, que son guiados por el Espíritu Santo a ocupar
la función de ministros del Evangelio. Tal vez en tu interior has tenido esa necesidad
de predicar el evangelio en algún momento y no has sabido como hacerlo.
Entonces, este estudio te puede servir de gran ayuda.
Primeramente respondamos la
siguiente pregunta; ¿Qué es predicar el Evangelio?
Probablemente a esta pregunta
pueden haber muchas respuestas, y de seguro no encontraremos una respuesta lo
suficientemente amplia que nos deje conforme a todos, por lo que en este
estudio y con la ayuda de Dios propondremos tres respuestas.
1.
¿Qué es predicar el Evangelio? La primera respuesta que daremos a la pregunta
es ésta: Predicar el Evangelio es exponer cada doctrina (cada enseñanza) contenida en la Palabra de Dios, y dar a cada
verdad su propia importancia. La palabra de Dios no es una sola doctrina (una
sola creencia), si solo decimos “Porque por gracia sois salvos por medio de la
fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios”, estaremos diciendo una verdad,
pero la Palabra de Dios también dice “Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo
quitará”. No puede afirmarse que un hombre predica el Evangelio completo de
Dios, si hace a un lado, a sabiendas e intencionalmente, una sola verdad de
nuestro bendito Dios. ¿Podemos hablar de la condenación y hacer a un lado la
salvación? Ciertamente no podemos. Sabemos que toda, toda, toda la Escritura es
inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para
instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente
preparado para toda buena obra. Cada uno de nosotros, que tenemos el llamado de
ir por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura, debe buscar
predicar toda la verdad. Sé que puede resultar imposible tratar de decir toda
la verdad ya que necesitaríamos toda la eternidad para conocerla, pero podemos
alcanzar una estrella del firmamento a la vez sin evitar alguna enseñanza que
pueda resultar incomoda. El verdadero Evangelio no es libre de calorías.
Entonces, sobre cualquier cosa que deba predicarse -llámenla con el nombre que
quieran-, la norma del verdadero cristiano es la Biblia, toda la Biblia y nada
más que la Biblia.
2.
¿Qué es predicar el Evangelio?: La segunda
respuesta que daremos a esta pregunta es exaltar a Jesucristo. Tal vez ésta sea
la mejor respuesta que podamos ofrecer. Muchos cristianos enfrentados a dar consuelo
a algún pecador convencido le dicen cosas como: “debes leer la Biblia” o “debes
orar” o “debes ir a la iglesia” y que son todas estas cosas sino obras, obras,
obras. En vez de decirles “por gracia sois salvos por medio de la fe en
Jesucristo”. No estamos hablando de menospreciar la oración o leer la Biblia y
menos aun de ir a la iglesia, pero la Palabra de Dios no dice en ninguna parte
“ora y serás salvo” o “lee la Biblia y serás salvo” y menos aun “ve al templo y
serás salvo”, en cambio dice que el que cree en Jesús, no es condenado; pero el
que no cree, ya ha sido condenado. Predicar que solo la fe en Cristo salvará al
hombre de la ira de Dios es predicar la verdad del Evangelio. Ahora bien, esta
puede ser la parte más difícil de predicar el Evangelio de Dios. Tenemos tan
profundo en nuestro cerebro el concepto de la recompensa por nuestro trabajo
que nos resulta casi imposible creer que tenemos completa justificación de
nuestros pecados por medio de la fe, y si llegamos a creerlo, luego nos cuesta
muchísimo explicarlo a otras personas. Sin embargo debemos entender que nuestra
labor es exaltar a Jesucristo y su muerte expiatoria en el Calvario por los
pecados de la humanidad y como ello nos libró a nosotros de la condenación
eterna. Debemos en pocas palabras ser capaces de anunciar ¡Miradlo a él, y sed
salvos, todos los pueblos de la tierra!, lo demás es trabajo del Espíritu
Santo.
3.
¿Qué es predicar el Evangelio?: La tercera
respuesta que daremos a esta pregunta es predicar a la gente. Predicar el
Evangelio no consiste en hablar sobre lo que el Evangelio es, sino en
predicarlo al corazón, no por medio de tu propio poder, sino bajo la influencia
del Espíritu Santo. No es predicar como si nosotros viviéramos en las nubes
tocando un arpa, sino hablar de hombre a hombre y derramar nuestro corazón en
el corazón del compañero. Esto creemos es predicar el Evangelio. Predicar el
Evangelio es proclamar con sonidos de trompeta y un corazón ardiente las
inescrutables riquezas de Cristo Jesús, para que los hombres puedan oír, y
entendiendo, puedan volverse a Dios con todo su corazón. Esto es predicar el
Evangelio.
Otros puntos interesantes de
analizar es lo que Pablo dice respecto de que no le es permitido jactarse de predicar
el evangelio y la obligación que sentía de hacerlo.
En lo referente a jactarse de
anunciar el evangelio. Hay una maleza que puede crecer en cualquier parte, y
esa maleza se llama ORGULLO. El orgullo puede crecer tanto en una roca como en la
tierra y puede haber orgullo en el corazón de un lustrabotas como en el del
gerente de una compañía. Y ciertamente puede crecer orgullo en el corazón de un
ministro de la Palabra. La tentación al orgullo puede ser una de las más
sutiles que debe enfrentar permanentemente el hombre de Dios, pero Pablo sabia
muy bien de este peligro y también sabia que todo don perfecto viene de Dios
por cuanto dice “no tengo de que jactarme”. Una cosa que nunca debemos olvidar
son nuestras propias imperfecciones y debilidades y un verdadero cristiano debe
ser aun mas consientes de ellas. Sabemos que en nuestra debilidad el poder de
Dios se perfecciona, por lo que (aunque estemos firmes) nunca debemos dejar de orar
en todo momento para cuidarnos de no caer. De gracias al Señor y bendiga su
nombre por todo lo que él en su infinita sabiduría le ha dado.
En lo referente a la obligación
que Pablo sentía de anunciar el evangelio. En el caso de Pablo sabemos la forma
en que personalmente fue llamado por el Señor Jesucristo a predicar el
evangelio. Con ese llamado ¿alguien podría negarse?, ¿existe en la tierra poder
que pueda cerrar la boca de un hombre llamado por Dios a predicar su evangelio?
No lo creemos. Un hombre que tiene en su corazón el fuego del Espíritu Santo y
ha sido llamado a predicar, no puede dejar de hacerlo. Será como un fuego que
llene su corazón y necesite sacar hacia afuera desesperadamente.
El hombre que ha sido guiado por
el cielo no puede ser detenido por nadie. Ha sido tocado por Dios y nadie le
impedirá predicar. Volará como las águilas y nadie podrá encadenarlo a la
tierra. Hablará con la voz de un serafín y nadie podrá cerrar su boca. Dirá ¿No
es su palabra como un fuego dentro de mí? ¿Debo de callar cuando Dios ha
colocado su Palabra en mí? Y cuando un hombre habla de conformidad con lo que
el Espíritu le da a hablar, siente un gozo tan grande; y cuando termina desea
volver a su trabajo de nuevo y ansía estar predicando nuevamente.
Creemos que los jóvenes
cristianos que predican la Palabra de Dios una vez a la semana (y probablemente
el domingo en la iglesia), no han escuchado cuando el Señor dijo “Id por todo
el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”, si fuera así, probablemente
seria impulsado permanentemente a predicar y sentiría en lo más profundo de su
corazón este llamado.
En mi caso ¡hay de mí si no lo
hago!
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