Leer | JUAN
13.3-16
6 de
febrero de 2013
Algunos
cristianos aún no han entendido que el verdadero servicio es más que asistir a
la iglesia; implica dedicar nuestras vidas al servicio de los demás. Jesús
demostró esto cuando lavó los pies de los discípulos en el aposento alto
durante la Última Cena.
El ejemplo
del Señor nos enseña que la clave es la humildad. A menos que estemos
dispuestos a inclinarnos y a ensuciarnos las manos para servir a los demás, no
habremos entendido cuál es la clave del servicio. Además, un siervo verdadero…
- No espera que le pidan ayuda. Nadie le pidió a Jesús que fuera y lavara los pies de
los discípulos. Así como Él vio e hizo lo que era necesario, un siervo
verdadero está alerta para identificar la necesidad y luego servir como
voluntario para atenderla. Lo hará calladamente sin buscar ningún
reconocimiento o recompensa. Está satisfecho y muy gozoso por el simple
hecho de ayudar.
- Debe aprender a recibir y también a dar. Esto es, por lo general, muy difícil para un siervo.
Jesús dijo a sus discípulos que si no le permitían que les lavara los pies,
no tendrían parte con Él. Pedro se había negado rotundamente porque era
demasiado orgulloso para recibir tal atención (v. 8). No debemos estar tan
atados a los convencionalismos o al orgullo, que digamos no a alguien que,
por amor, desee “lavar nuestros pies”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario