sábado, 25 de agosto de 2012

Conociendo la Voluntad de Dios


"Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes." --- Lucas 12:47 (RVA)

Recuerdo que en una oportunidad postulé a dos trabajos en forma simultanea y pasados los procesos de selección respectivos tuve que decidir entre aceptar uno u otro ya que para ambos había quedado seleccionado. Uno era para trabajar en un importante banco internacional con muchos beneficios (los grandes bancos tienen muchos beneficios para sus trabajadores), el otro era para trabajar en una pequeña compañía de entretención casi sin ningún beneficio.

Este versículo me trae a memoria este recuerdo porque en esa oportunidad mi decisión de optar por una u otra oferta de trabajo estuvo muy influenciada por las personas que me entrevistaron. Esto debido a que durante el proceso de entrevistas, el dueño de la pequeña compañía se hizo un tiempo para platicar conmigo y contarme personalmente su visión de la empresa. Eso marcó muchísimo mi visión del trabajo que he desarrollado en esa compañía hasta el día de hoy.

En la actualidad, son tantas las personas que no tienen la oportunidad de conocer para quien trabajan y menos la oportunidad de hablar con ellos acerca de su visión de la empresa y si los llegan a conocer, los dueños pocas veces comparten estos temas con sus empleados, más bien se enfocan en el aspecto económico del trabajo. Hoy en día (y probablemente en todas las áreas) las compañías de mueven principalmente por intereses económicos, dejando a un lado cualquier otro objetivo. Es como quitarle el alma a una persona.

Con ese ejemplo es entendible que muchos llamados cristianos no se comprometan de corazón con la obra del señor, no se preocupen en conocer su voluntad y no se estén preparando para hacerla. Muchos nunca han sido voluntarios en forma permanente en ninguna institución sin fines de lucro, no saben lo que es trabajar solo por la satisfacción de ayudar a otros. El llamado del Señor no es para entablar una relación económica. Pero sabemos que no podemos servir a Dios y las riquezas, por ello es que este estudio viene a ser de mucha ayuda para conocer que espera nuestro Señor de nosotros. Para ello nos haremos tres preguntas para entender mejor este versículo:

1.       ¿Conoces la voluntad del Señor?

2.       ¿Te estas preparando para cumplir su voluntad?

3.       ¿Estas haciendo su voluntad?

Antes de comenzar, debemos primeramente preguntarnos ¿cual es mi condición ante el Señor? ¿Soy verdaderamente su siervo? ¿Él es realmente mi Señor? Según el texto elegido leemos que dice: “aquel siervo”.

¿Cuantos de nosotros hemos trabajado para un señor que no conocemos? Ciertamente muchos peregrinos han preguntado a la luz resplandeciente ¿quién eres señor? No podemos comenzar ninguna obra para el Señor sino somos sus siervos y no conocemos su voluntad. Muy bien dijo Pablo cuando fue llamado, ¿Señor, que quieres que yo haga?

 

Volviendo a nuestras preguntas;

1.       La primera pregunta es ¿conoces la voluntad del Señor?: Esta pregunta nos lleva a otra ¿cuál es la voluntad del Señor? Me gusta lo que aparece en Romanos 12:2 “… para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” Esto no suena para nada algo gravoso, por el contrario suena a una voluntad grata, buena, aceptable. Recuerdo cuando en mi tiempo de novios con mi esposa viajaba grandes distancias para estar solo unas horas con mi amada, ambos vivíamos en dos extremos opuestos de Santiago. Mi corazón contaba con pasión los minutos para el encuentro. Creo que esos tiempos fueron muy importantes para establecer firmemente nuestra relación. Eso me lleva a pensar que la voluntad de Dios es algo que se descubre paulatinamente, en la medida que vamos siendo preparados para cumplirla. En la medida que vamos creciendo espiritualmente, vamos conociendo más y más su voluntad, nuestra vida de oración crece y lectura de la palabra nos va revelando poco a poco su voluntad. Comenzamos a ver las cosas como las ve él, comenzamos a amar lo que él ama y a aborrecer lo que él aborrece, comenzamos a conocerlo íntimamente. Desde el comienzo Dios nos ha revelado su voluntad y si lo pensamos bien, todos sabíamos gran parte de los diez mandamientos mucho antes de siquiera saber leer. Podríamos decir entonces, que todos conocemos suficiente de la voluntad de Dios para cumplirla.

 

2.       La segunda pregunta es ¿te estas preparando para cumplir su voluntad?: Según nuestro texto, los siervos del señor tenemos la obligación de prepararnos para cumplir su voluntad, pero al parecer no todos los cristianos han escuchado este llamado. Hablamos de llamado porque si vemos las escrituras encontraremos que muchos son los llamados y pocos los escogidos. Entendemos entonces que son pocos los cristianos que están haciendo la voluntad del Señor. Este llamado a cumplir la voluntad del Señor es para todo aquel que declara a Cristo como su Señor. Deberíamos sentirnos privilegiados de poder testificar a otros de nuestra fe a través de nuestras obras y forma de vida y a la vez profundamente temerosos de no estar a la altura del llamado. ¿Como seria si en este grupo de jóvenes cada uno de sus miembros se propusiera en su corazón prepararse para cumplir la voluntad de Dios? Al hablar de “prepararse” debemos considerar que la palabra se refiere a: apartarnos para ese fin y considerar lo que necesitaremos para cumplir la voluntad del Señor. Entonces la pregunta original se amplia a estas: ¿estas apartado para cumplir la voluntad de Dios? y ¿has considerado lo que se requiere para cumplir la voluntad de Dios?

 

3.       La tercera pregunta es ¿estas haciendo su voluntad?: Pablo en su segunda carta a los corintios les dice: “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados? (2 Cor. 13:5) Pablo le pide a la congregación  que investigue con diligencia y cuidado su forma de vivir y que pongan a prueba su fe. No hablamos de vivir una vida sin pecado, todos nosotros pecamos diariamente, hablamos de vivir una vida  de santidad, apartados del pecado. Probablemente el hacer la voluntad del Señor sea una de las mayores evidencias de la verdadera conversión de un pecador. El apóstol Santiago dice que seamos hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores. Esta pregunta debe movernos a todos nosotros a examinarnos detenidamente en nuestra forma de vivir, debemos observar nuestros frutos, ya que ellos serán el testimonio de nuestra conversión y de que verdaderamente hemos aceptado a Jesús como nuestro Señor. Así nuestra obediencia sea a todos notoria y seamos obreros aprobados, dignos de nuestro salario y comprobemos cuan buena y agradable es hacer la voluntad de Dios.

Al ver la vida del apóstol Pedro vemos un hermoso ejemplo del cambio que sufrió su carácter luego de conocer al Señor. No hablamos de los poco más de tres años que caminaron juntos en la tierra, hablamos de lo que sucedió en él luego de la resurrección de Jesús. En el evangelio de Juan, capitulo 21 leemos que el Señor le preguntó tres veces: Pedro ¿me amas? La respuesta de Pedro fue: Señor, tú lo sabes todo.

Hacer la voluntad de Dios no es a fuerza o bajo amenazas, por el contrario, esta se debe hacer por amor, en entrega,  sabiendo que ya no nos pertenecemos a nosotros, sino le pertenecemos al único que ha pagado el precio por nuestros pecados.

“De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras” Juan 21:18
 
Por Andrés Contardo

jueves, 16 de agosto de 2012

¿Qué es predicar el Evangelio?


"Porque si anuncio el evangelio, no tengo de qué jactarme, porque me es impuesta necesidad; pues ¡ay de mí si no anuncio el evangelio!" --- 1 Corintios 9:16 (RVA)

Pablo tenia un profundo e ineludible llamado a predicar el Evangelio. Si examinamos su vida vemos como este apóstol respondió a este llamado de una manera notable. Desde el mismo instante que supo que debía ir lejos a los gentiles y anunciar esta verdad (Hechos 22:21), puso todo su corazón, fuerza y voluntad en esta tarea.

En la primera carta a los Corintios, Pablo nos muestra la naturaleza de su llamado: "Porque si anuncio el evangelio, no tengo de qué jactarme, porque me es impuesta necesidad; pues ¡ay de mí si no anuncio el evangelio!" --- 1 Corintios 9:16 (RVA)

Creo profundamente que estas palabras son aplicables a muchos cristianos en nuestros días; a todos aquellos que tienen un llamado especial, que son guiados por el Espíritu Santo a ocupar la función de ministros del Evangelio. Tal vez en tu interior has tenido esa necesidad de predicar el evangelio en algún momento y no has sabido como hacerlo. Entonces, este estudio te puede servir de gran ayuda.

Primeramente respondamos la siguiente pregunta; ¿Qué es predicar el Evangelio?

Probablemente a esta pregunta pueden haber muchas respuestas, y de seguro no encontraremos una respuesta lo suficientemente amplia que nos deje conforme a todos, por lo que en este estudio y con la ayuda de Dios propondremos tres respuestas.

1.         ¿Qué es predicar el Evangelio?  La primera respuesta que daremos a la pregunta es ésta: Predicar el Evangelio es exponer cada doctrina (cada enseñanza)  contenida en la Palabra de Dios, y dar a cada verdad su propia importancia. La palabra de Dios no es una sola doctrina (una sola creencia), si solo decimos “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios”, estaremos diciendo una verdad, pero la Palabra de Dios también dice “Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará”. No puede afirmarse que un hombre predica el Evangelio completo de Dios, si hace a un lado, a sabiendas e intencionalmente, una sola verdad de nuestro bendito Dios. ¿Podemos hablar de la condenación y hacer a un lado la salvación? Ciertamente no podemos. Sabemos que toda, toda, toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. Cada uno de nosotros, que tenemos el llamado de ir por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura, debe buscar predicar toda la verdad. Sé que puede resultar imposible tratar de decir toda la verdad ya que necesitaríamos toda la eternidad para conocerla, pero podemos alcanzar una estrella del firmamento a la vez sin evitar alguna enseñanza que pueda resultar incomoda. El verdadero Evangelio no es libre de calorías. Entonces, sobre cualquier cosa que deba predicarse -llámenla con el nombre que quieran-, la norma del verdadero cristiano es la Biblia, toda la Biblia y nada más que la Biblia.





2.         ¿Qué es predicar el Evangelio?: La segunda respuesta que daremos a esta pregunta es exaltar a Jesucristo. Tal vez ésta sea la mejor respuesta que podamos ofrecer. Muchos cristianos enfrentados a dar consuelo a algún pecador convencido le dicen cosas como: “debes leer la Biblia” o “debes orar” o “debes ir a la iglesia” y que son todas estas cosas sino obras, obras, obras. En vez de decirles “por gracia sois salvos por medio de la fe en Jesucristo”. No estamos hablando de menospreciar la oración o leer la Biblia y menos aun de ir a la iglesia, pero la Palabra de Dios no dice en ninguna parte “ora y serás salvo” o “lee la Biblia y serás salvo” y menos aun “ve al templo y serás salvo”, en cambio dice que el que cree en Jesús, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado. Predicar que solo la fe en Cristo salvará al hombre de la ira de Dios es predicar la verdad del Evangelio. Ahora bien, esta puede ser la parte más difícil de predicar el Evangelio de Dios. Tenemos tan profundo en nuestro cerebro el concepto de la recompensa por nuestro trabajo que nos resulta casi imposible creer que tenemos completa justificación de nuestros pecados por medio de la fe, y si llegamos a creerlo, luego nos cuesta muchísimo explicarlo a otras personas. Sin embargo debemos entender que nuestra labor es exaltar a Jesucristo y su muerte expiatoria en el Calvario por los pecados de la humanidad y como ello nos libró a nosotros de la condenación eterna. Debemos en pocas palabras ser capaces de anunciar ¡Miradlo a él, y sed salvos, todos los pueblos de la tierra!, lo demás es trabajo del Espíritu Santo.



3.       ¿Qué es predicar el Evangelio?: La tercera respuesta que daremos a esta pregunta es predicar a la gente. Predicar el Evangelio no consiste en hablar sobre lo que el Evangelio es, sino en predicarlo al corazón, no por medio de tu propio poder, sino bajo la influencia del Espíritu Santo. No es predicar como si nosotros viviéramos en las nubes tocando un arpa, sino hablar de hombre a hombre y derramar nuestro corazón en el corazón del compañero. Esto creemos es predicar el Evangelio. Predicar el Evangelio es proclamar con sonidos de trompeta y un corazón ardiente las inescrutables riquezas de Cristo Jesús, para que los hombres puedan oír, y entendiendo, puedan volverse a Dios con todo su corazón. Esto es predicar el Evangelio.

Otros puntos interesantes de analizar es lo que Pablo dice respecto de que no le es permitido jactarse de predicar el evangelio y la obligación que sentía de hacerlo.

En lo referente a jactarse de anunciar el evangelio. Hay una maleza que puede crecer en cualquier parte, y esa maleza se llama ORGULLO. El orgullo puede crecer tanto en una roca como en la tierra y puede haber orgullo en el corazón de un lustrabotas como en el del gerente de una compañía. Y ciertamente puede crecer orgullo en el corazón de un ministro de la Palabra. La tentación al orgullo puede ser una de las más sutiles que debe enfrentar permanentemente el hombre de Dios, pero Pablo sabia muy bien de este peligro y también sabia que todo don perfecto viene de Dios por cuanto dice “no tengo de que jactarme”. Una cosa que nunca debemos olvidar son nuestras propias imperfecciones y debilidades y un verdadero cristiano debe ser aun mas consientes de ellas. Sabemos que en nuestra debilidad el poder de Dios se perfecciona, por lo que (aunque estemos firmes) nunca debemos dejar de orar en todo momento para cuidarnos de no caer. De gracias al Señor y bendiga su nombre por todo lo que él en su infinita sabiduría le ha dado.

En lo referente a la obligación que Pablo sentía de anunciar el evangelio. En el caso de Pablo sabemos la forma en que personalmente fue llamado por el Señor Jesucristo a predicar el evangelio. Con ese llamado ¿alguien podría negarse?, ¿existe en la tierra poder que pueda cerrar la boca de un hombre llamado por Dios a predicar su evangelio? No lo creemos. Un hombre que tiene en su corazón el fuego del Espíritu Santo y ha sido llamado a predicar, no puede dejar de hacerlo. Será como un fuego que llene su corazón y necesite sacar hacia afuera desesperadamente.

El hombre que ha sido guiado por el cielo no puede ser detenido por nadie. Ha sido tocado por Dios y nadie le impedirá predicar. Volará como las águilas y nadie podrá encadenarlo a la tierra. Hablará con la voz de un serafín y nadie podrá cerrar su boca. Dirá ¿No es su palabra como un fuego dentro de mí? ¿Debo de callar cuando Dios ha colocado su Palabra en mí? Y cuando un hombre habla de conformidad con lo que el Espíritu le da a hablar, siente un gozo tan grande; y cuando termina desea volver a su trabajo de nuevo y ansía estar predicando nuevamente.

Creemos que los jóvenes cristianos que predican la Palabra de Dios una vez a la semana (y probablemente el domingo en la iglesia), no han escuchado cuando el Señor dijo “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”, si fuera así, probablemente seria impulsado permanentemente a predicar y sentiría en lo más profundo de su corazón este llamado.

En mi caso ¡hay de mí si no lo hago!

lunes, 13 de agosto de 2012

Jesús nunca Menospreció a otros


Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles.” (1 Corintios 1:26)

Jesús nunca menospreció a otros, y eso le dio la habilidad de verlos como personas. No fueron usuarios, consumidores o clientes. Eran personas con necesidad de relacionarse con Él, no con una religión de haz esto y no hagas aquello.

Una vez que entendemos nuestra identidad en Cristo, vamos a comenzar a ver a las personas de la misma manera. Veremos que son seres eternos, creados a la imagen de Dios. Ya no utilizaremos sus circunstancias o sus pecados para definir quienes son; veremos quienes son a través de los ojos de Jesús.

Esta perspectiva, tan diferente de nuestras tendencias naturales, hizo surgir lo mejor en las personas que se encontraron con Jesús. El vio su verdadero valor, y como resultado, ellos conocieron su verdadero valor.

Considera:

  • Jesús vio a una mujer que no pecaría más cuando otros vieron a una mujer atrapada en adulterio.
  • Jesús vio a un hombre capaz de ver cuando los otros vieron a un hombre ciego.
  • Jesús vio a un hombre que levantaba su cama y caminaba cuando otros vieron a un lisiado.
  • Jesús vio un corazón dolido cuando otros vieron a un pequeño hombre llamado Zaqueo.
  • Jesús vio a un discípulo cuando otros vieron a un cobrador de impuestos llamado Mateo.
  • Jesús vio a una mujer con voluntad de sacrificio cuando otros vieron perfume desperdiciado.
  • Jesús vio una roca estable para edificar la Iglesia cuando otros vieron a un discípulo impetuoso e impulsivo llamado Pedro.
  • Jesús vio hombres que no sabían lo que hacían cuando otros vieron hombres malos clavando clavos en la cruz.

Nuestro objetivo es dejar a ver a otros desde nuestro limitado punto de vista y comenzar a verlos de la manera que Dios los ve, alentando lo mejor en los otros, llevándolos a aquel que desea más que nada en el mundo lo que es mejor para ellos – Cristo el Señor (Lucas 2:8-10)

jueves, 2 de agosto de 2012

Las Grandezas de La Biblia


“Le escribí las grandezas de mi ley, y fueron tenidas por cosa extraña” Oseas 8:12 RV
No es menor prueba de su amor y misericordia que El Creador del Universo escribiera su voluntad en un libro llamado La Biblia. Perfectamente podría haber mirado a otro lado y seguir su vida sin ocuparse del hombre y su permanente desobediencia, pero en vez de ello, escribió con generosidad y bondad este libro.
¿Y que es La Biblia? No es acaso la voluntad de Dios. 
Pero parece que Efraín, absorto en si mismo, considera que la voluntad de Dios es poca cosa. Algo indigno de llamar su atención. Y si todos subiéramos al monte más alto de la tierra, ¿hallaríamos algo más grandioso que este libro? ciertamente que NO. Pero aun así  dice Dios “mis palabras les fueron cosa ajena”.
Cuantos “cristianos” tienen por poco La Biblia, que no le dedican tiempo a su lectura. Como si quisieran con ese acto escapar de la soberanía de Dios, y la verdad es que no existe una sola persona sobre la cual no se posen los ojos de Dios. Nuestros actos más secretos les son conocidos. Cualquier cosa que hagamos (y que no hagamos también), que soportemos o suframos, todo, todo es conocido por Dios. Y en este mismo momento sus ojos están sobre ti y casi mi corazón alcanza a ver una sonrisa en su rostro. ¿Por qué? Porque estas  haciendo su bendita voluntad, estudiando su palabra.
Cuan grande es la misericordia de Dios, que mil veces (solo el día de hoy) tendría todo el derecho de hacer juicio y justicia ahora mismo y terminar con la maldad de una vez. Pero Dios no es hombre para no cumplir su palabra ¿verdad?, y no puede negarse a si mismo.  Él se mantiene fiel a sus promesas,  y que hace la mayoría de los “cristianos” con estas promesas, son “tenidas por cosa extraña”.
Y a pesar de todo, Dios sigue interesado en el hombre, por cuanto dice “Les escribí las grandezas de mi ley”, y prueba de ello es: ¿no fue acaso Dios mismo quien se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres?, pero para muchos, eso también es “una cosa extraña”.
Sobre este bendito libro es que trata este estudio, pero ciertamente no alcanzaremos a dimensionar su grandeza en este tiempo. Necesitaríamos toda la eternidad para ello.
Tres cosas interesantes vamos a revisar y las tres se encuentran en el pasaje que hemos escogido: Su autor “Le Escribí”. Sus temas “Las grandezas de la Ley de Dios”. Nuestro tratamiento “fueron tenidas por la mayoría de los hombres por cosa extraña”:
1.       Su autor, “Le Escribí”: El texto dice que fue Dios mismo quien lo hizo. Al leerla vemos todos esos libros compilados, del Genesis al Apocalipsis, escritos por personas que no todas se conocieron entre si, personas de diferentes clases sociales, nacionalidades, en un periodo de mas de mil años. Todos hablando de un solo tema: El plan de Dios para el hombre. ¿Podemos adjudicarle a alguno de los autores la paternidad de La Biblia? Ciertamente no podemos. ¿Hay algún otro libro que se le compare en belleza, sabiduría, diversidad, unidad y poder? no, no lo hay, ¿hay algún libro que haya cambiado el corazón de más personas en la historia del hombre? tampoco lo hay, ¿hay algún libro más atacado que y produzca más divisiones? ninguno. Ni todos los poetas del mundo juntos podrían igualar la belleza de los Salmos ¿verdad?. ¿Es posible que el intelecto humano fuera capaz de inventar tan nobles conceptos como: el amor, el perdón, la redención, la vida eterna, la creación del universo, Dios, Jesús, Espíritu Santo? Si alguien dice ser cristiano, entiende que La Biblia no necesita ser defendida con argumentos de sabiduría humana. Muchos han tratado de destruir este libro y solo se han tropezado con sus pobres argumentos. Pero tal vez el mayor peligro que enfrentan las escrituras no sean sus enemigos, sino los  mismos “cristianos” que no la leen y que predican “el evangelio según YO”.
2.       Sus temas, “Las grandezas de la Ley de Dios”: La Biblia solo habla de grandes cosas y cosas grandiosas. No hay nada en La Biblia que no sea importante, cada versículo contiene una riqueza reservada solo para algunos. Algunas personas creen que no importa la doctrina que uno crea, mientras ame a Dios, es suficiente para ser “buen cristiano”, eso no es lo que enseña La Biblia. Otras personas creen que todos los “caminos” llevan al cielo, eso tampoco lo enseña La Biblia. Nunca menosprecie el valor de La Palabra de Dios y las cosas grandiosas que en ella puede encontrar. Nunca diga “ese versículo no están importante”. Si está escrito ¡es importante¡
3.       Nuestro tratamiento, “fueron tenidas por la mayoría de los hombres por cosa extraña”: ¿Qué es una cosa extraña?, algo ajeno. Para muchas personas, La Palabra de Dios es “algo ajeno” a sus vidas. Cuanta gente sabe más de futbol o farándula que de La Biblia, ¿por qué?, porque es algo ajeno a su mundo. Pero, ¿podríamos culpar al “mundo” por su falta de interés en La Palabra de Dios?, ciertamente no podemos, pero ¿que podemos decir de los llamados “cristianos” que no la leen? Cuanta gente vive una triste vida sin nunca haber probado de verdad este sustancioso alimento. Acaso ¿no está escrito que: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios? Ciertamente es mejor considerarse un completo ignorante en La Palabra de Dios que auto convencerse que ya sabemos suficiente.

¿Amas de verdad La Biblia? o no encuentras nada interesante en ella para ti. ¿Sabes por qué pasa eso?, porqué los ciegos no pueden ver. Pero, si por el contrario, al leer La Biblia logras ver su belleza y poder, es porque tus ojos han sido abiertos.
Hermanos, no menosprecien este tesoro, léanla, escudríñenla, venga a ella.
Tal vez este estudio ha dejado al descubierto un gran pecado. Y si producto de ello ha venido arrepentimiento a tu corazón, ¡Gloria a Dios por ello!