miércoles, 6 de febrero de 2013

La clave para el servicio


Leer | JUAN 13.3-16

6 de febrero de 2013

Algunos cristianos aún no han entendido que el verdadero servicio es más que asistir a la iglesia; implica dedicar nuestras vidas al servicio de los demás. Jesús demostró esto cuando lavó los pies de los discípulos en el aposento alto durante la Última Cena.

El ejemplo del Señor nos enseña que la clave es la humildad. A menos que estemos dispuestos a inclinarnos y a ensuciarnos las manos para servir a los demás, no habremos entendido cuál es la clave del servicio. Además, un siervo verdadero…

  • No espera que le pidan ayuda. Nadie le pidió a Jesús que fuera y lavara los pies de los discípulos. Así como Él vio e hizo lo que era necesario, un siervo verdadero está alerta para identificar la necesidad y luego servir como voluntario para atenderla. Lo hará calladamente sin buscar ningún reconocimiento o recompensa. Está satisfecho y muy gozoso por el simple hecho de ayudar.
  • Debe aprender a recibir y también a dar. Esto es, por lo general, muy difícil para un siervo. Jesús dijo a sus discípulos que si no le permitían que les lavara los pies, no tendrían parte con Él. Pedro se había negado rotundamente porque era demasiado orgulloso para recibir tal atención (v. 8). No debemos estar tan atados a los convencionalismos o al orgullo, que digamos no a alguien que, por amor, desee “lavar nuestros pies”.
Como seguidores de Jesús, debemos verlo a Él como nuestro ejemplo de siervo. Si Dios mismo tomó “la naturaleza de siervo” (Fil 2.6, 7 NVI) para hacer una tarea tan humilde para sus discípulos, ¿qué excusa podemos presentar nosotros para no servir a los demás?

martes, 5 de febrero de 2013

Los requisitos del Servicio



5 de febrero de 2013

Con el tiempo, los creyentes debemos ser más como Cristo. Y para eso debemos entender las necesidades de los demás y al mismo tiempo...

  • Mantenernos conscientes. Jesús se detuvo debajo del sicómoro porque estaba consciente de que Zaqueo estaba en el árbol. ¿Cuántas personas necesitadas están “ocultas en los árboles” mientras nosotros pasamos al lado de ellas sin darnos cuenta?
  • Estar disponibles. Al notar al cobrador de impuestos, Jesús no hizo una cita para ir a verlo varias semanas después. Estar disponible era una prioridad tan grande, que fue en ese mismo momento a la casa de Zaqueo.
  • Aceptar a las personas. Jesús no esperó que Zaqueo estuviera limpio y hubiera enderezado su vida. El Señor lo aceptó tal y como era. Nunca debemos olvidar cómo nos aceptó Jesús, sucios y cubiertos de pecados.
  • Permanecer en Cristo. Cuando fuimos salvos, fuimos injertados en la vid de Jesucristo. Permanecer en Él es la única manera de encontrar los recursos que necesitamos para servir de la misma manera a las personas que necesitan ser ayudadas.
  • Abandonar el egoísmo. Dios nos llama a abandonar nuestros deseos egoístas. Solo cuando dejamos atrás nuestro egocentrismo somos libres para servir de verdad a los demás.
Jesús vino, no para ser servido, sino para dar su vida en rescate por muchos (Mt 20.18). Él nos dice que vayamos y hagamos lo mismo. Cuando lo recibimos como Salvador y nos entregamos a Él, nuestras vidas se convierten en una expresión viva de Aquel que vino para ser siervo de todos.

lunes, 4 de febrero de 2013

Vive el llamamiento de Dios



4 de febrero de 2013

¿Qué término describe mejor su vida como cristiano: creyente o seguidor de Cristo? Un creyente puede creer en ciertas cosas, sin necesidad de ponerlas en práctica. Pero decir: “Soy seguidor de Jesucristo” enrumba la vida en un solo camino.

¿Cómo podemos seguir el camino al que Dios nos llama? Primero, debemos creer en Él (Jn 14.1), porque no seguiremos a alguien si no creemos en esa persona. La fe crece a medida que permanecemos en Cristo y descubrimos la hermosura de su carácter, la profundidad de su amor y la perfección de su plan.

Segundo, seguir significa obedecer al Señor (Jn 14.15). Cuando se trata de obedecer a Dios, solo hay dos respuestas: lo haré o no lo haré. Un verdadero seguidor de Jesucristo combina la fe con la obediencia, y se esforzará en decir “Sí, lo haré”, aunque algo sea difícil. “Sí, lo haré”, cuando sea impopular, y “Sí, lo haré”, aunque eso pueda causarle dolor o sufrimiento.

Por último, seguir significa servir a Jesucristo. Como hijos de Dios, no debemos ser simplemente observadores; debemos participar activamente en la obra del Señor. Los espectadores se sientan para ver, pero hemos sido llamados a usar nuestros dones espirituales y a servir todo el tiempo. En el cuerpo de Cristo, cada miembro, hombre o mujer, está llamado a hacer su parte (1 Co 12.27, 18).
Jesucristo confió en su Padre por completo, lo obedeció sacrificialmente (Fil 2.8) y tuvo una vida de servicio (Mt 20.28). Estamos llamados a imitarlo. ¿En cuál de estos aspectos necesita usted seguir a Cristo más de cerca? Pídale al Espíritu Santo que le dé el corazón de un siervo obediente.

Su vida, nuestra vida

Caminar cerca de Dios es más maravilloso de lo que usted pudiera imaginar, pero eso no quiere decir que sea imposible. Aquí tiene un consejo: Tiene que buscar al Señor.
por Charles F. Stanley
¿Cómo describiría usted su relación con el Señor? ¿Está Él primero que todo en sus pensamientos y en sus afectos, o se pregunta cómo puede alguien alcanzar tanta devoción para un Dios invisible? ¿Lo conoce de manera personal, o es Él simplemente un concepto lejano, vago? El Señor no quiere que usted ignore quién es Él. De hecho, Dios desea tener una relación personal y significativa con usted, que trascienda a todas las demás en profundidad y riqueza.
Pero para iniciar esta clase de relación con Dios, debemos entender que Dios es una persona. Muchos creyentes enfocan la vida cristiana a un nivel conductual. Van a la iglesia, leen su Biblia, ayudan a los demás, dan generosamente y tratan de ser lo mejor posible, pensando que están haciendo lo que Dios quiere. Aunque todas estas prácticas son beneficiosas, no son suficientes. Él desea para nosotros más que conocimiento y buena conducta. Quiere que lo conozcamos a través de una experiencia personal.
Usted nunca conocerá a Dios de verdad escuchando solamente predicaciones. Incluso, la lectura de la Biblia por sí sola no logrará este objetivo. Aunque las Sagradas Escrituras son la verdad fundamental y la base para confirmar quién es Dios, relacionarse con Él no es posible a menos que Él mismo se revele a nosotros en las experiencias de la vida. Esto significa que debemos estar dispuestos a pasar por dolores y dificultades, porque algunos aspectos de su naturaleza solo pueden entenderse por medio del sufrimiento. Por ejemplo, ¿cómo podríamos saber que Él es nuestro Consolador (2 Cor 1.3, 4) sin llegar a experimentar tristeza ni dolor? Aquellos que están dispuestos a caminar fielmente con el Señor en medio del fuego de la aflicción, llegan a conocerlo de una manera más profunda, y son capaces de hablar con autoridad acerca del carácter de Él, pues han experimentado su fidelidad.
Lo más importante de la vida cristiana no es la búsqueda de nuestro bienestar. Es la búsqueda del Dios todopoderoso y soberano del universo, que nos ama tanto que está dispuesto a revelarse a sí mismo de una manera muy personal. Cada uno de nosotros tiene una alternativa: ¿Vamos a invertir nuestras vidas en la búsqueda del conocimiento del Señor, o desperdiciaremos la oportunidad viviendo para nosotros mismos?
Dios lleva a cabo su obra por medio de quienes lo conocen.
Las personas más fructíferas en el reino de Dios son las que tienen una relación personal con Él. Es así, porque el Señor puede cumplir su voluntad y sus propósitos por medio de ellas. Puesto que conocen al Señor íntimamente, entienden sus caminos y han experimentado su fidelidad, están dispuestas a obedecerlo incondicionalmente. Quienes no lo conocen muy bien, tienden a tener un menor nivel de compromiso, y prefieren hacer lo que a ellos les plazca.
Conocer a Dios estrechamente es un proceso.
Después de recibir a Cristo como Salvador, probablemente a todos nos gustaría disfrutar de inmediato de una relación estrecha con Él, pero esto no es algo que sucede rápidamente. Como ocurre con cualquier relación humana, la intimidad requiere de tiempo para desarrollarse. Jesús inicia este proceso con nosotros, como lo hizo con sus discípulos. Después de escoger los doce hombres, los llamó a seguirle. Luego, cada uno tuvo que responder a su invitación. A lo largo de tres años, Jesús se reveló a sí mismo y también les reveló a su Padre mientras lo acompañaron. De la misma manera, Dios nos invita a cada uno de nosotros a iniciar una relación cercana con Él. Cuando aceptamos su invitación, el Señor comienza de inmediato a revelarse a sí mismo y a manifestar sus caminos para establecer esa relación.
Inmediatamente después de ser salvo, sentía que Dios quería hacer algo en mi vida, aunque no tenía la más mínima idea de cómo sería. Cuando comencé a leer la Biblia no podía entenderla, pero Dios conocía mi corazón y estaba usando su Palabra para que dirigiera mi mente hacia Él. Con el paso de los años, he visto cómo Él ha obrado en mi vida por medio de problemas y situaciones difíciles de todo tipo. Durante esos tiempos de total impotencia y de absoluta dependencia del Señor, Él estaba profundizando mi relación con Él, a pesar de que todavía no me había dado cuenta de eso.
Hay todo un mundo de oportunidades para relacionarse con el Señor que está al alcance del creyente; pero, lamentablemente, muchos nunca lo han experimentado. A pesar de que asisten a la iglesia, leen la Biblia, y hacen sus peticiones a Dios, nunca sienten una conexión personal con Él. ¿Cómo es la relación que usted tiene con Dios? No importa dónde se encuentre usted en su vida espiritual, nunca es demasiado tarde para crecer más en Cristo.
¿Qué se necesita para relacionarse estrechamente con Dios?
Aunque el Señor es quien inicia y crea una relación con nosotros, Él nos pide que participemos en el proceso. La intimidad no es una actividad unilateral. El Señor puede bombardearnos con revelaciones de sí mismo, pero si somos indiferentes no le veremos ni le escucharemos. Para desarrollar una relación estrecha con Dios necesitamos lo siguiente:
  • Tiempo. Tenemos que estar dispuestos a apartar tiempo para encontrarnos con el Señor cada día. Además, necesitamos paciencia porque una relación estrecha tarda años en desarrollarse. Si estamos apenas empezando el proceso, no podemos esperar tener la misma clase de relación de alguien que ha caminado muy de cerca con el Señor durante cincuenta años.
  • Compartir. Puesto que el egoísmo puede perjudicar esta relación, debemos entregarnos al Señor, sin reservar para nosotros ningún aspecto de nuestra vida; y eso incluye nuestros sueños, metas, familia, amistades y finanzas.
  • Escuchar.La comunicación es esencial en cualquier relación. El Señor tiene mucho que decirnos, tanto en su Palabra como por medio de la convicción del Espíritu Santo. Es por eso que tenemos que escuchar su voz de manera diligente a lo largo del día.
  • Atención. Dios siempre está atento a nosotros, pero las responsabilidades, las preocupaciones y los placeres de la vida en este mundo nos distraen fácilmente. Relacionarnos con Dios requiere pasar tiempo a solas con Él, así como una toma de conciencia de su presencia en cada una de las situaciones que enfrentemos.
  • Sinceridad. La transparencia es indispensable en una relación. Se requiere poder ser sincero libre del temor a la condenación. Ocultarle al Señor nuestra debilidad o tratar de excluirlo de ciertas partes de nuestra vida nunca funcionará, porque Él ya lo sabe todo. La confesión es un privilegio que nunca debe ser evitado por causa del orgullo.
  • Confianza. Sin confianza, no puede haber intimidad. A veces, la desconfianza de Dios es el resultado de la falta de comprensión de sus caminos y propósitos. Es por eso que la lectura de la Biblia es tan importante. Necesitamos saber lo que Él dice acerca de sí mismo y de sus actos. Una vez que eso esté anclado firmemente en nuestras mentes, podremos ver cómo Él trabaja en nuestra vida y descubrir que Él es siempre fiel.
  • Amor. A medida que crezcamos en el conocimiento del Señor, y experimentemos el amoroso cuidado que tiene de nosotros, lo amaremos más. En vez de ser una deidad distante, Él se convertirá en el objetivo principal de nuestra devoción.
La persona a quien Dios se acerca.
El Señor desea relacionarse con todos nosotros, pero la condición de nuestro corazón determinará si ocurre o no. Si somos indiferentes en cuanto a nuestra relación con Dios, no tenemos un corazón para Él. Pero el Señor puede establecer una relación estrecha con quienes desean andar en sus caminos y hacer su voluntad. Esto no quiere decir que nunca tropezarán, sino más bien que el enfoque de ellos será siempre en el Señor, y el vivir de una manera agradable a Él.
Otro requisito para la clase de relación íntima que hemos estado considerando, es una vida rendida (Mr 8.34, 35). Quienes están dispuestos a ceder el control de sus vidas al Señor, demuestran con su sometimiento que, más que cualquier otra cosa, anhelan tener una relación más profunda con Él. Están dispuestos a pasar por todo lo que sea necesario, para conocer mejor a Dios y amarlo plenamente.
Si usted está dispuesto a entregarse por completo al Señor, Él se entregará fielmente a usted. La vida de Él se convertirá en su vida, una vida de paz, consuelo, gozo y amor. De eso se trata el tener una relación con Dios. Esta clase de relación permanente será costosa, pero le aseguro que una vez que haya probado su fruto, comprenderá que valió la pena cualquier sacrificio.

Cómo comprender el llamamiento de Dios



2 de febrero de 2013

Nuestro Padre celestial tiene planes específicos para cada uno de sus hijos. Con ese objetivo, ha hecho un triple llamamiento a la vida de cada creyente:

  1. Somos llamados a salvación en Jesús. Poner la fe en Cristo como nuestro Salvador da comienzo a una relación personal con Él por medio del Espíritu Santo que mora en nosotros. El Señor quiere que dejemos a un lado la carga de tratar de ganar la salvación por nosotros mismos. Por el contrario, Él nos invita a poner nuestra fe en Él, para que haga su obra de transformación en nosotros (Mt 11.28, 29).
  2. Somos llamados a permanecer en Jesús. Es decir, a escucharle cuando nos habla por medio de la Biblia; vivir en una dependencia cada vez mayor de Él; aprender a conocerlo más íntimamente; y hacer uso de su poder para tener una vida recta. Jesús nos llama a hacer que nuestra relación con Él sea lo más importante en nuestra vida, y a permanecer en Él todos los días de nuestra vida.
  3. Somos llamados a seguir a Jesús. Seguir a alguien requiere conocer su carácter, sus planes, y cómo desea que los llevemos a cabo. La Biblia nos dice claramente todo lo que necesitamos saber para vivir bajo la dirección de Jesús. La evidencia de que lo estamos siguiendo se mostrará en la actitud, conducta, carácter, conversación y relaciones que tengamos.

viernes, 1 de febrero de 2013

Cuando nos sintamos inferiores


Leer | EFESIOS 2.10

1 de febrero de 2013

Muchos cristianos luchan con un paralizante sentimiento de inferioridad. Tal sentimiento es un obstáculo para mantener buenas relaciones y satisfacción verdadera. Pero afortunadamente hay esperanza para el creyente, pues los sentimientos de inferioridad pueden ser sanados.

Después de ser salvo, el primer paso para la sanidad es que tenga de sí el mismo concepto que tiene el Creador de usted. Efesios 2.10 dice claramente que usted es hechura de Él —Dios está trabajando en usted, y Él no hace nada que no sea de calidad. De hecho, la palabra hechura significa aquí “obra maestra”. ¿Permitiría Él que su obra maestra resultara siendo algo inferior? ¡Por supuesto que no! Su obra en usted es perfecta. Puede que usted constantemente se sienta que no está a la a la altura de las personas que le rodean. Y claro que no es así, pues Dios le ha creado para ser diferente a los demás. Usted es único; no hay nadie con quien pueda compararse. Dios le está formando para un propósito distinto al de cualquier otra persona.

Otro paso en el proceso de sanidad implica entender lo que Dios espera de usted. Muchos creyentes se fijan metas más altas que las que Dios ha escogido, pues creen que ya están listos para cumplirlas. Dios quiere, por supuesto, que crezcamos al máximo, pero no espera que eso suceda de la noche a la mañana.
Nuestro Creador conoce cada una de nuestras debilidades, y es supremamente paciente con nosotros. Cuando caemos, Él espera que vengamos a Él para ser limpiados y seguir adelante. Cada uno de nosotros es un “proyecto en desarrollo”, y a su debido tiempo el Señor perfeccionará su obra maestra.